La actividad física como fuente de bienestar y calidad de vida


A menudo también se habla del bienestar que proporciona la práctica de actividad física. De hecho, cualquiera de nosotros lo percibe después de haber hecho una práctica intencionada y en su justa medida. Se trata de un bienestar que parece más ligado a aspectos psicológicos, pero esta es una sensación que puede variar en función de las personas, de la situación personal o de las condiciones de práctica.
Hay que ver, además, la relación que pueda establecerse entre variables como la edad y las condiciones de salud. En la revisión bibliográfica realizada se ha encontrado pocos documentos que hablen de esta relación, y menos aún, cuando se trata de personas como las que hace referencia este estudio. Sin embargo, entiendo que hay que tener en cuenta informaciones que aportan algunos estudios.
Hay quien ha encontrado que las personas que participan en programas de ejercicio experimentan mejoras en la salud relacionada con la calidad de vida y mejoras a nivel de salud mental. Otros dicen que la participación regular en programas de actividad física contribuye a mantener una buena calidad de vida entre los que viven en la comunidad, más que entre los que viven en la residencia. Inversamente, factores como la obesidad, el bajo peso, los déficits cognitivos y la falta de actividad física regular son predictores de mala calidad de vida.

Se ha encontrado una relación positiva entre el ejercicio físico y los síntomas depresivos que, por otra parte, son muy corrientes entre las personas mayores con discapacidades. El hecho de participar en un programa de ejercicio físico mejora el estado de ánimo de las personas mayores frágiles, entre otras cosas, porque también incrementa su contacto social. Por el contrario, un estado depresivo junto una pobre función física, genera un debilitamiento de la salud física y psicológica de las personas mayores.

Se ha demostrado que la práctica regular de actividad física por parte de personas grandes sedentarias pero con buena movilidad puede inducir cambios positivos en su estado de ánimo y, al mismo tiempo, se ve que hay una relación positiva entre el mayor bienestar psicológico y el disfrute de la actividad que se realiza.

Esto quiere decir que, en el planteamiento de cualquier programa, es fundamental velar por todas aquellas cuestiones que contribuyan a crear un clima distendido, alegre y comprensivo, que no está reñido con el trabajo coherente y bien hecho.
También Echavarri, (2000) llega a la conclusión de que el hecho de participar en un programa de educación física beneficia de una manera determinante desarrollo de la autoimagen y la autoestima en las personas mayores. También hay estudios que no han encontrado una correlación significativa entre la participación en programas de actividad física y el bienestar psicológico. (Chin, Paw, de Jong, Schouten, van Staveren y Kok, 2002). Pero parece que los estudios sobre personas mayores no han establecido una relación clara entre las motivaciones, los grado de satisfacción y el estado de ánimo relacionado con la práctica.
De esta manera, se pone en evidencia que hay una necesidad de ampliar conocimientos sobre estos temas. Sobre todo por la importancia que tienen en las personas mayores que, por causa de enfermedades, discapacidades u otros situaciones desventajosas, tienden a sentirse poco capaces y competentes tanto a nivel físico, como psicológico y social.

En mi opinión, la importancia de experimentar bienestar psicológico relacionado con la actividad física, está en la modificación o el mantenimiento de conductos y los sentimientos sobre cada uno que puede facilitar, repercutiendo también en la calidad de vida.

Así, un mayor o menor bienestar puede contribuir a que se produzcan cambios en:

- El nivel de actividad física y la activación en la vida diaria

- La adherencia a programas de actividad física

- La autoimagen y la autoestima

- La percepción de autoeficacia

- El estado de ánimo