Ya hemos visto cómo promover la actividad física entre
las personas mayores es acertado y aporta beneficios tanto para las personas
como para el conjunto de la sociedad.
Ahora bien,
no basta sólo con la promoción, hay también una aplicación apropiada los
programas. Para que esto se cumpla es necesario un proceso de planificación, programación,
aplicación y evaluación coherente y adecuada. MORINA
S, Ciccarelli A, Cerulli C. (2008)
Pero, en el
origen, hay de haber una manera de entender la actividad física y así es la
siguiente: la actividad física es una herramienta, un recurso que nos permite
incidir en diferentes aspectos, es una herramienta que utilizamos con
intencionalidad.
En mi
opinión, este punto de partida hace más coherente el programa, porque la
referencia principal es la persona, no la herramienta que utilizamos. La actividad física nos proporciona una gran diversidad de recursos, lo que la
hace muy apropiada para ser aplicada en diversas situaciones, personas, entornos y modalidades.
En este
ámbito hay infinidad de recursos prácticos y técnicas basadas en el movimiento. Se puede trabajar a partir de ejercicios gimnásticos, actividades lúdicas, deportes, juegos, gimnasia suave, relajación, expresión corporal, actividades rítmicas, baile, danzas populares, actividades en la
naturaleza, técnicas de origen oriental (Tai Chi, ¿Quién Gong ...), aeróbic, actividades
acuáticas. MORINA S, Ciccarelli
A, Cerulli C. (2008)
Todos
estos recursos pueden ser aplicados con diferentes metodologías, con diferente objetivos y practicados por personas de diferentes capacidades, intereses y necesidades.
Una vez
sabemos que disponemos de un recurso muy rico en posibilidades, lo más importante
es utilizarlo correctamente y de acuerdo con los objetivos, las personas y la
situación a que dirigimos nuestra intervención, en nuestro caso, las personas mayores
en situación de dependencia.