Ya hemos visto cómo promover la actividad física entre
las personas mayores es acertado y aporta beneficios tanto para las personas
como para el conjunto de la sociedad. Ahora bien, no basta sólo con la
promoción, hay también una aplicación apropiada los programas.
Para que
esto se cumpla es necesario un proceso de planificación, programación,
aplicación y evaluación coherente y adecuado. Pero, en el origen, hay de haber
una manera de entender la actividad física y así es la siguiente:
La
actividad física es una herramienta, un recurso que nos permite incidir en
diferentes aspectos, es una herramienta que utilizamos con intencionalidad.
Este punto de partida hace más coherente el programa, porque la referencia
principal es la persona, no la herramienta que utilizamos. HUAS
D. Dibiais F, Blotman F. (2010)
La actividad física proporciona una
gran diversidad de recursos, lo que la hace muy apropiada para ser aplicada en
diversas situaciones, personas, entornos y modalidades. En este ámbito hay
infinidad de recursos prácticos y técnicas basadas en el movimiento. Se puede
trabajar a partir de ejercicios gimnásticos, actividades lúdicas, deportes,
juegos, gimnasia suave, relajación, expresión corporal, actividades rítmicas,
baile, danzas populares, actividades en la naturaleza, técnicas de origen
oriental (Tai Chi, ¿Quién Gong ...), aeróbic, actividades acuáticas ... Todos
estos recursos pueden ser aplicados con diferentes metodologías, con diferentes
objetivos y practicados por personas de diferentes capacidades, intereses y
necesidades. HUAS D. Dibiais F,
Blotman F. (2010)