La sexualidad es una función fisiológica
que posibilita la comunicación íntima entre las personas, la obtención de
placer y favorece la reproducción humana. También hay que entender la sexualidad como una dimensión constitutiva de la
persona: el ser humano percibe, siente, piensa y quiere como hombre o como
mujer.
La sexualidad humana desborda su
significado procreador: la dimensión biológica es el apoyo de todo el edificio de
la sexualidad y si la sexualidad humana no fuera más que biología sería verdad
que no tendría otra finalidad que la procreación, como en el mundo animal, pero
por la presencia de otros factores, la sexualidad del ser humano no está circunscrita
a su significado reproductivo y aparece como una fuerza difusa y permanente del ser humano. Por este motivo, la sexualidad es un elemento de afirmación del
carácter personal del ser humano, es un fenómeno psíquico, una fuerza integradora
y hermenéutica del yo: la sexualidad no es sólo una necesidad, sino que es al
mismo tiempo un deseo, una vivencia que se tiene que ir constituyendo al ritmo
del crecimiento global de la persona.
Más aún, la sexualidad es la forma
de expresión privilegiada de la persona y debe ser vivida como un lenguaje de
personas: la sexualidad es una forma privilegiada de expresión del amor (Saint-Arnaud.
Y, 1988)
La conducta sexual de las personas
con discapacidad intelectual es equiparable a la de cualquier otra persona, está
condicionada por aspectos biológicos, psicológicos, sociales y culturales