Etapas en el desarrollo del lenguaje

Se nombra desarrollo del lenguaje (o también adquisición de la lengua materna) al proceso cognitivo mediante el cual, los seres humanos llegan a adquirir la capacidad de comunicarse verbalmente mediante el uso de una lengua natural.

Dicho desarrollo se produce en un período de crisis, que se extiende a partir los primeros meses de la vida hasta el comienzo de la adolescencia. En gran parte de los seres humanos, el proceso se da fundamentalmente durante los primeros cinco años, principalmente en lo que referente a la adquisición de formas lingüísticas y contenidos. Durante los primeros años ocurre a mayor velocidad de aprendizaje y se logran adquirir los elementos básicos y los significados de estos, y hasta la etapa de la preadolescencia todavía se consolida tanto el uso, como la inferencia pragmática y también la capacidad para entender enunciados no-literales ( sean irónicos o sarcásticos, etc.).

El lenguaje oral en su  evolución en el (la) niño (a) atraviesa por grandes y diversas etapas yendo desde el nacimiento hasta que ingresa a la escuela, la ontogénesis de dicho lenguaje oral, revela que cualquier iniciativa para la evaluación en esta área está invariablemente atada al desarrollo, dentro de este se distinguen diferentes períodos de adquisiciones lingüísticas como pueden ser: las adquisiciones prelingüística, el lenguaje no combinatorio, la adquisición de los fonemas y el primer lenguaje combinatorio.
Lenguaje en la etapa pre-escolar
 
Período prelingüístico

El  Período prelingüístico iría desde que nace el niño hasta los 18-24 meses, es en esta etapa que la mayoría de los autores consideran que ocurre el paso hacia el lenguaje tal como se conoce. Durante este período de los dos años el crecimiento físico, que se rege por cierto calendario madurativo, resulta espectacular, según lo planteado por Palacios y Mora, 1992; Colson, 1997. El desarrollo del cerebro, en dicha etapa, en cuanto a masa cerebral se producirá rápido, pero no sucederá así con las interconexiones que necesitarán más tiempo y que requerirán de una estimulación externa para su total evolución, refiere Shatz, 1992.

Las interconexiones neuronales son el punto central del desarrollo, debido a que estas correlacionan altamente con todo el desarrollo conductual que va surgiendo en el niño. Así se puede observar que luego del nacimiento, en las primeras semanas de vida e incluso meses, el comportamiento del recién nacido está repleto de automatismos y de movimientos incontrolados. A medida que se vaya produciendo el desarrollo madurativo que ocurre del centro a la periferia del cerebro, es cuando lo automático se va convirtiendo poco a poco en voluntario y que lo incontrolado se vuelve controlado. En este momento es que cobran importancia dos leyes referidas al desarrollo psicomotor, estas son según Weiner y Elkind, 1985:

- Ley céfalo-caudal del desarrollo: Esta plantea que se logran controlar primero las partes del cuerpo que se encuentran más próximas a la cabeza. Luego se extenderá el control hacia las partes bajas.

- Ley próximo-distal: Según esta ley, se controlan primero las partes que están más próximas a dicho eje, que las que se encuentran más alejadas. Dicha ley es la que posibilita explicar  por qué el desarrollo en la motricidad fina ocurre posteriormente al desarrollo de la motricidad gruesa.

A lo largo de esta etapa el niño(a) logra aprender del adulto y también de otros niños (as) de mayor edad que forman parte de su entorno inmediato, recurre a los mecanismos básicos de comunicación en el nivel preverbal, utiliza sobre todo la actividad vocal, la que evoluciona considerablemente durante los primeros quince meses de edad, con los gritos, balbuceo, llantos, y control articulatorio observable para la elaboración de las primeras palabras;  la imitación de las palabras producidas por el adulto y los matices que son manifestaciones que las madres pueden reconocer muy bien, como pueden ser hambre, dolor o sueño. Se señala que es producto a la repetición de estos movimientos, que  los órganos bucales logran ir adquiriendo la agilidad necesaria para posteriormente poder articular la palabra.

Al terminar el primer año y al inicio del segundo se desarrolla la “comprensión verbal”. El (la) niño(a) logra comprender ciertas palabras y algunas de las expresiones que aparecen en los contextos apropiados, antes de comenzar a expresarse mediante éstas. También consigue comprender y utilizar gestos con la totalidad del cuerpo, logra experimentar con objetos, comprender órdenes básicas y aprender a nombrar las cosas poco a poco. Aparece más tarde un primer lenguaje que es “no combinatorio” y se caracteriza por el aumento más acelerado de los repertorios léxicos productivos y los receptivos, cuyo inicio tiende a coincidir con la ocurrencia de  enunciados de dos o más palabras así refiere el autor Puyuelo, M. 2000. Las primeras palabras tienen como característica el uso de un número limitado de elementos fonéticos y se refieren a descripciones más amplias que las utilizadas normalmente por la lengua adulta, ya sea en lo referido a los objetos,  como a las acciones en general. Las palabras, en la etapa parecen esfuerzos para expresar ideas más complejas que las que resultan, ideas que los adultos expresarían a través de oraciones.

Ocurre un incremento pausado del vocabulario productivo y del receptivo en el intervalo en el que ocurre la pronunciación  de las primeras palabras y el fin del segundo año de vida. La comprensión consigue pasar  de los 30 meses con unas 500 palabras a, 1500 palabras a los 48 meses y 2000 palabras cuando alcanza los 5 años (a partir de los indicadores generales). Luego el (la) niño (a) usa palabras aisladas con el objetivo de  expresar ciertas relaciones con sentido entre las que se pueden mencionar  la posesión, la localización y la atribución.  La apropiación  de la fonética ocurre entre los 0 y 6 años, inmerso en un proceso gradual y universal, en el cual no importa la cultura lingüística en la que el niño se desarrolla, según plantea Miretti, M.L., 2003.
 
La /a/ tiende a ser la primera vocal que se emite, mientras que en las consonantes la primera suele ser una oclusiva labial, normalmente la /p/, y en algunos casos la /m/. Este hecho facilita las combinaciones para la formación de las palabras papá y mamá entrenados por la repetición silábica. La vocal /a/ se logra con gran abertura de la boca, la vibración de las cuerdas vocales y no tiene duración limitada. Las características acústico-articulatorias en el caso de la letra /p/ son contrarias. La diferenciación en los fonemas progresa según dos ejes: el grave – agudo y el compacto – difuso que incluye fonemas como /p,t,k/ entre otras consonantes, así como las vocales /a,e,o/.  Gradualmente se van añadiendo las demás vocales, algunas consonantes oclusivas sonoras como /b,d,g/ las nasales que son  /n,ñ/, las fricativas sordas que incluyen /f,s,ch,j/ las laterales en el caso de la /l/ y la vibrante donde se encuentra solo la /r/.

El desarrollo que se inició hacia el final del primer año de vida, dura aproximadamente hasta los cinco años. Algunas de las consonantes como las fricativas sordas y las sonoras, suelen ser articuladas correctamente antes de alcanzar los siete u ocho años de vida.  La frecuencia con que algunos fonemas y palabras que van apareciendo en el habla dentro del entorno inmediato del niño (a), inciden en la adquisición más o menos adelantada o tardía de algunos fonemas, también se relacionan con la precisión de su producción articulatoria y con la exactitud y la con la facilidad que se discriminan de las palabras de las demás personas.  Es importante señalar que a partir de los 3 años de vida, es cuando el (la) niño (a) empieza a dominar y a pronunciar con mayor exactitud y mejor precisión los fonemas propios de su lengua.

Para el autor ya mencionado Puyuelo, M. (2000), el desarrollo de la fonología aún no se completa a los 4 años de edad. La producción de algunos fonemas en los que el margen en cuanto a maniobra articulatoria es más estrecho como con las consonantes /s,ch,j,l,r/ se necesitan perfeccionar y estabilizar en varios casos. Ya en el niño de 4 a 6 y 7 años de vida, la articulación de dichos fonemas, de manera aislada o en coarticulación con algunas palabras cortas, resulta más fácil. No obstante, a partir del punto en que el fonema se logra  integrar con el conjunto en el que intervienen otros fonemas difíciles o en conjunto con alguna longitud, que resulta de alguna familiaridad, el niño experimenta grandes dificultades para poder expresarlo. El dominio gradual de los fonemas fricativos, los  laterales y el progreso en la articulación se van perfeccionando pasados los 4-5 años de edad.

El “primer lenguaje” combinatorio es una cambio importante para el desarrollo lingüístico, debido a que en este período surge la posibilidad de combinar diferentes palabras y construir algunas frases o expresiones más complejas, cuya relación semántica resulta  evidente para el adulto a pesar de que no se trate de una expresión formal. El (la) niño (a),  no pronuncia ya palabras sólo por imitación, sino que la comunicación está mediada en dependencia de cuando necesita decir algo importante para él (ella). 
Al concluir la etapa del lenguaje combinatorio aparece una característica de gran importancia: el (la) niño (a) pregunta todo lo que le interesa, es la conocida edad de los ¿por qué? También comienza a usar el verbo, luego el adverbio y por fin el “yo” como expresión de su propia personalidad. Aparece el habla egocéntrica que le permite la formación del lenguaje interior que podrá conducir más tarde al lenguaje ya de tipo social. Referente a la inteligibilidad ( o sea, claridad con la que se articulan las palabras, independiente del significado) se supone que a los dos años una persona extraña debe entender al menos el 50% de las expresiones, a los 3 años debe ser comprensible el 75% y ya a los 4 años de edad el 100% de lo que el niño dice. La evolución del niño por cada una de estas etapas se encuentra descrita en los anexos correspondientes.
Según refiere Vila (1992), en los tres primeros meses de vida, las rutinas relacionadas a las necesidades básicas del bebé y el adulto conllevan unos significados que posibilitan regular al mismo tiempo alguno de sus comportamientos. En dicha relación específica que existe entre el cuidador (sea la madre u otro miembro de la familia) y el niño, la madre comienza a enseñarle inconscientemente el lenguaje. Esto sucede mediante el habla de estilo materno, nombrado como baby-talk o madresía según Johnston,1993, Rivero, 1993). La madresía, como la llama Johnston sigue el desarrollo básico, iniciándose en el nivel más fundamental y avanzando a niveles gradualmente más complejos a medida que va creciendo el niño. La madresía está caracterizada por ser simple estructuralmente (ya que usa frases cortas y no subordinadas, sin modificadores), hay un alto nivel de redundancia, el tono en la comunicación es alto, la prosodia es exagerada, el léxico (o sea, las palabras utilizadas) son las que están presentes en el entorno cotidiano del niño, hay preguntas y explicaciones relacionadas con lo que la madre va diciendo mientras actúa o con lo que hace el niño.

La madresía tiende a aparecer durante el tercer o cuarto mes, sin embargo puede aparecer antes. Hasta este momento el niño solo captaba los ruidos que se oían a su alrededor y gritaba o lloraba para hacer entender su estado. La madre en esta etapa es capaz de distinguir entre los llantos y saber si están relacionados con el hambre, el sueño, las ganas de jugar, o con molestia,... Aproximadamente a los 6 meses, el niño comienza a explorar los parámetros del aparato vocal propio, para ver qué puede hacer con este. Son capaces, a esta edad, de aprender a producir vocales abiertas y algunas de las consonantes de temprana aparición. Con el balbuceo y con el laleo, el niño comienza a experimentar los sonidos. Del mismo modo aparece una ecolalia, el niño no para de repetir,  ante cualquier cosa que pronuncie la madre, repite como un juego. Hacia el fin de este primer período, el niño podrá decir las primeras palabras con claridad.

Período lingüístico

En esta etapa que transcurre desde los 2 a los 5-7 años, el niño logra adquirir en su totalidad el lenguaje. A nivel físico este desarrollo va desacelerando. El niño avanza adquiriendo cada vez una mayor cantidad de habilidades motoras finas, aparece un mayor contacto y una mejor adaptación con su entorno inmediato. A nivel cognitivo, el niño se encuentra, según lo planteado por Piaget, en el estadio del pensamiento preoperacional. Este período está  caracterizado por el acceso gradual a la inteligencia representativa; o sea, cada objeto se representa mediante una imagen mental que lo representará en su ausencia. En dicha etapa se desarrollarán el lenguaje, así como el dibujo, los juegos simbólicos. Los niños a partir de este momento podrán pensar de una manera ordenada, aunque en el comienzo, ciertos componentes puedan obstruir esta tarea como son:

- Egocentrismo: la incapacidad de observar un punto de vista diferente al suyo.
- Centración: incapacidad para poder separar lo propio de dentro del medio ambiente.
- Dificultad de transformación: una operación que hace cambiar las reglas de alguna cosa.
- Reversibilidad: una acción que puede hacerse también puede deshacerse.

Según refiere Vila (1992), alrededor de los tres años han desaparecido la mayoría de las dificultades para pronunciar los diptongos y ocurre un significativo avance en las consonantes; aunque pueden ocurrir errores con alguno de los grupos consonánticos, normalmente cercano a los 4 años, el repertorio fonético se encuentra casi completo. El léxico aumenta a un ritmo notable, se duplica el vocabulario cada año. Comienza a usarse el pronombre en tercera persona, no obstante su dominio y su uso no estarán completados del todo hasta aproximadamente los 7 años. Los pronombres posesivos son comprendidos. Hacia los 2 años de vida comienzan a aparecer las primeras combinaciones de 3 o 4 elementos, aunque no siempre respetando el orden adecuado. Las primeras interrogantes son preguntas de sí o no identificadas únicamente por la diferencia en la entonación; después aparecen los con qué o dónde. Alrededor de los 4 años son capaces de dominar las construcciones sintácticas más simples.

En los pronombres, las distinciones del género son claras y consistentes para los 5 años de edad; desde los 6 o 7 años, también lo son las distinciones d número. Se perfecciona el uso de los tiempos y de los modos verbales, a pesar de que siguen siendo frecuentes las incorrecciones en los condicionales y los subjuntivos. La sintaxis es cada vez más compleja y se adquieren los primeros usos de las oraciones subordinadas, las yuxtapuestas, así como las coordinadas; si bien los verbos no se ajustan siempre de manera correcta. Hacia el cierre de esta etapa, la lectoescritura adentra al niño en una nueva dimensión en el uso del lenguaje y le da acceso a los conocimientos que ya se han elaborado culturalmente,