El vínculo que
mantiene el niño con su familia es fundamental para su pleno y efectivo
desarrollo psicoemocional, en este sentido, la fortaleza de esta unión
condiciona la madurez psicológica del niño. Ya en la gestación,
existen relaciones emocionales
entre la madre y el futuro niño, después del parto, estas se fortalecen creando
un vinculo entre padres y niño, sobre este particular los pedagogos
recomiendan, en esta primera etapa, el contacto con el recién nacido y su amamantamiento, para así, fortalecer
estos vínculos que perdurarán toda la vida.
Desde etapas
tempranas de la vida el neonato puede utilizar sus sentidos, aun en desarrollo,
que le permite interactuar con el medio que le rodea incluidos los individuos
que además de la madre se encuentran a su alrededor, la comunicación a través de gestos y
expresiones propias de la edad les permiten, expresar afecto, dolor, disconfort
a diferentes niveles de complejidad según el desarrollo psicomotor.
Durante la gestación y luego llegado el nacimiento, la incorporación al ámbito familiar de un nuevo miembro, modifica su composición
y dinámica y según las etapas del desarrollo familiar, llega incluso a cambiar
la clasificación de esta. La manera en que se establece la disposición de la
familia para la aceptación de la llegada de un nuevo ser durante la gestación
es vital en aras de proveer un espacio
que sea capaz de crear un vínculo con el recién nacido, el cual empieza con la
gestación, tiene su momento significativo
en el momento del nacimiento y luego se va intensificando
progresivamente cuando niño, madre, padre y familia se comienzan a interactuar
de manera bilateral entre sí.
Se ha demostrado que la manera en que el niño
desarrolla la lazos afectivos con las
personas que le rodean, en este caso la familia como instancia de desarrollo
como necesidad vital, se relaciona con
las bases donde se fundamenta el desarrollo biopsicosocial dividuo de este . Como
es sabido desde el mismo momento del nacimiento, el ser humano es uno de los que establece
mayor relación de dependencia de un
adulto y de su entorno para su supervivencia y posteriormente, este vínculo que
se crea con él, es la fuente a través de la cual logra estructurar adecuadamente o no un
sentido de sí mismo, que por concepto el
cual es único e irrepetible.
Así de esta manera logra
reconocerse y recibe la seguridad
requerida, que de, forma paulatina, progresiva en cada una de las
correspondientes etapas de su desarrollo, en el seno de su ambiente familiar,
le permitirá convertirse en un ser autónomo y por añadidura independiente.
La familia de
hecho constituye el responsable de brindar la estabilidad afectiva en el
proceso de desarrollo del niño. Una estabilidad afectiva tiene efecto
preventivo sobre posibles problemas de comportamiento y violencia en su etapa
de adolescencia y madurez, muchos especialistas lo consideran como una
verdadera “vacuna” que va a prevenir al niño de problemas emocionales a corto,
medio y largo plazo,
Los sentimientos y las emociones constituyen una
parte importante del afecto; los primeros se expresan a través de “reacciones
subjetivas moderadas de placer y displacer” y por las segundas “son fenómenos subjetivos,
fisiológicos, motivacionales y comunicativos de corta duración”; entre ambos
modelados en una primera instancia por la madre, y luego con la participación
de todos los miembros de la familia
participan en la formación de herramientas que ayudan al individuo
a adaptarse los desafíos a los que se
enfrentan ante circunstancias
significativas de la vida. Llegado el momento de la hospitalización, esta supone una disrupción del equilibrio
físico-biológico que repercute a su vez sobre el estado emocional y social del
niño. Es este el momento de apelar a los vínculos creados previamente en el
ámbito de la familia, y en el cuidado del enfermo deben integrarse todos los
aspectos, tomando en consideración la importancia de fortalecer estos llegado
el momento de un estado de alteración de la salud.
En la
actualidad, se considera que desde el nacimiento del niño hasta los 12 años los
niños no tienen un desarrollo cognitivo, por tanto, es fundamental el afecto y
el vínculo con su padres. En esta etapa es cuando el niño requiere de
referentes de su familia que le brinden un modelo conductual, y por tanto, y
este se trasmite de manera positiva cuando existe un fuerte estimulo afectivo
entre el niño y la familia. Para potenciar esta relación de manera óptima entre
el niño y la familia los psicólogos recomiendan que los padres demuestren
cariño a través de caricias, besos, diálogos y en general compartiendo tiempo
con el niño. Este debe ver a la familia como un espacio armónico y seguro, es a
donde recurrirá antes situaciones de estrés como en este caso la
hospitalización y de su enfrentamiento dependerá muchas de la reacciones ante
dicho fenómeno.