El trastorno bipolar a lo largo de su
entendimiento ha recorrido un largo camino. Desde el reconocimiento de la misma
hasta la identificación de todos su patrones y forma de evolución y
descompensación. Ubicado dentro de los desórdenes afectivos, a pesar de que en
el ámbito de las enfermedades mentales la nos es posible nunca precisar, los
autores sitúan el inicio de las
manifestaciones del trastorno bipolar, alrededor de los 20 años. Sin descartar
presentaciones que incluyen la infancia y la tercera edad. El inicio tardío de
la enfermedad tiende a asociarse al uso determinado de fármacos, así como de
factores orgánicos. Se ha descrito que entidades nosológicas relacionadas con
la glándula tiroides pueden representar un factor de mal pronóstico para esta
entidad.
Aunque no parecen existir grandes
diferencias, la proporción de trastorno bipolar en función del sexo, según
hallazgos, parece ser discretamente más frecuente en las mujeres que en los
varones. Se ha observado que las mujeres presentan menos episodios maníacos y
más episodios depresivos que los hombres y un mayor riesgo de ciclación rápida.
La
presencia de varias formas de presentación y crisis variadas que llevan a
combinarse, impone una alta precisión en el diagnóstico, basados en criterios internacionalmente
definidos. Sobre ese particular, como se comentó en párrafos anteriores el
DSM-IV constituye un documento imprescindible
para dicho diagnóstico. Este reconoce en su clasificación el al trastorno
bipolar tipo I con sus diferente variantes, el trastorno bipolar tipo II, el
trastorno ciclotímico y el trastorno bipolar no especificado.
Para el caso del trastorno bipolar tipo I está
caracterizado por la presencia de episodios maniacos o mixtos, antecedido con frecuencia
de episodios depresivos. Varios subtipos
que se definen a partir del episodio más reciente se describen en el trastorno
bipolar tipo I (maniaco, depresivo no especificado, maniaco único, hipomaniaco
o mixto).
Para el caso del trastorno bipolar tipo II se identifica principalmente
por la presencia de episodios depresivos mayores que se unen a episodios
hipomaniacos. Es por esto que para su diagnóstico
específico en correspondencia con lo dicho en el DSM-IV y citamos “tiene que
haber la presencia, o historia, de uno o más episodios de depresión mayor; por
la presencia, o historia de al menos un episodio hipomaniaco; no ha habido
ningún episodio maniaco ni ningún episodio mixto”
Sobre los criterios para la forma ciclotímica,
que se caracteriza por su estado crónico que alterna síntomas (que no
trastornos), que fluctúan desde muchos períodos hipomaniacos y otros de tipo
depresivo. Una condición sine qua non,
para el diagnóstico es la ausencia de episodio depresivo mayor, maníaco o mixto,
en los últimos dos años. Teniendo en cuenta la variabilidad del cuadro no se
descarta a lo largo del tiempo la evolución de un trastorno depresivo mayor a
un trastorno bipolar I, o de un ciclotímico a un bipolar ya sea I o II. El más relevante de estos cuadros
sigue siendo el tipo I.