Las situaciones que deben ser
experimentados por el niño que se consideran un determinante para estrés son la
enfermedad y la hospitalización, lo que puede provocar que el niño este
emocionalmente traumatizado en una mayor medida que la propia enfermedad en el
plano físico. Cuando un niño hospitalizado es doblemente enfermo, además de la
condición física, sufre de otra enfermedad, la hospitalización, que si no se
trata adecuadamente, le dejarán marcas en su salud mental.
En la literatura sobre la
hospitalización del niño, hay dos períodos, cuyas obras tienen distintos
énfasis. En la primera, que va desde 1950 hasta mediados de los años 80, el
énfasis del trabajo radica en los efectos nocivos para la salud física y mental
de los niños debido a la separación de la familia, especialmente su madre, el
sufrimiento y determina que desencadena cambios en su comportamiento, no sólo
durante la hospitalización, sino también después del alta,
La evidencia generada por estos
estudios fueron: las tres fases de la respuesta emocional del niño a la
separación de la madre: la desesperación de protesta, y la negación; la
privación materna puede generar daños que pueden ocurrir durante la
hospitalización, especialmente si se prolonga y es el hijo menor de cinco años
de edad, el riesgo del hospital, que se describe como un marco de reacciones
muy complejas, presentado por los niños hospitalizados, incluyendo los síntomas
clínicos que pueden exacerbar o confundir los síntomas de la enfermedad en sí
misma que determinó hospitalización así como el diagnóstico y tratamiento de
complicaciones; Las reacciones mostradas por los niños después del alta como:
insomnio, pesadillas, miedo excesivo, entonces la madre y, a menudo tienen
dificultades para separarse de ella, o, por el contrario, lo rechaza, además de
la aparición de trastornos de la conducta reactiva, tales como la enuresis,
morderse las uñas, entre otros detalles.
En el segundo período, desde
mediados de los 80, comenzó el trabajo para discutir sobre todo los beneficios
de la presencia de la madre al hijo en el hospital, tales como: reducción de
SHARINGTIME hospitalización y mejora la conducta después del alta, disminución
de la incidencia de complicaciones postoperatorias y la infección cruzada,
mayor sensación de seguridad porque no hay ansiedad por separación más, una
mayor precisión del balance de agua y la facilidad de recogida de material para
exámenes, los niños eran menos solo, y dormir mejor tienen interacciones más
social con un menor número de adultos.
Los estudios también para poner de relieve el conflicto
entre la madre y el equipo y los intentos de mediar en esos conflictos.
Centrarse en los conflictos surgen debido a la diferencia en las expectativas y
de toma de decisiones sobre el cuidado infantil entre los padres y el personal,
como resultado del estrés y el sufrimiento experimentado por ciertos
procedimientos que causan tanto en el niño y los padres ya que el equipo en sí
mismo. Otra característica de esta fase es llevar a cabo las obras que se
ocupan para discutir más a fondo las diversas fuentes de estrés en los niños
hospitalizados, así como ansiedad de separación, tales como el miedo al dolor,
agujas, y estar sin su madre, y falta de control sobre las situaciones,
incluyendo su cuerpo.
Como se
ha descrito, es innegable que la hospitalización en el
paciente pediátrico por las características propias del grupo etario, es
particularmente estresante. Si se tiene en
cuenta que estamos en presencia de una etapa de la vida donde se expresa el
mayor grado de dependencia del individuo hacia otras personas. Por ese motivo
la familia se ve sumida en un grupo de cuidados especiales así como la
movilización de recursos de toda índole que van desde emocionales hasta
materiales sin que exista el tiempo adecuado para establecer los ajustes a las
modificaciones a la dinámica familiar, a esto se une, la presencia de un estado
patológico en uno de los miembros de la familia, que si nos avocamos al tema de
estudio, el ingreso en unidades de cuidados intensivos pediátricos siempre
supone una carga adicional y por si sola constituye una de las crisis
paranormativas. Si los ajustes no son adecuados, el niño, según la edad
cuestión ya percibe el enfrentamiento a
la hospitalización con una carga de estrés que le viene de la familia.
El ingreso en hospitales e
intervenciones médicas provocadoras de ansiedad o dolores lo constituyen
factores estresantes del medio hospitalario son en primer lugar la adaptación
no solo a las intervenciones, sino también al lugar, personas, procedimientos y
cambios en general del entorno. Las más agresivas son aquellas que conllevan dolor y/o cambios
estables crónicos en la vida del sujeto. Entre las intervenciones médicas
dolorosas que ocupan los primeros lugares se encuentran las quirúrgicas, inyecciones, extracciones y la
anestesia. La observación por el niño de intervenciones médicas impresionantes
y del fallecimiento de otros pacientes, también son acontecimientos con una
carga estresante elevada.
Es obligatorio aclarar que
todos los elementos influyentes en el enfrentamiento a la hospitalización están
sujetos a condicionantes como la edad,
sexo y desarrollo cognitivo, diagnóstico
médico, duración de la hospitalización, experiencias previas con procedimientos
médicos y el hospital, habilidad de los padres a fin de ser un apoyo adecuado
para el niño y otros que a
saber de Siegel participan en la manera de asimilar o no por parte del
niño estos factores estresantes. Vale citar a Rodríguez sobre este particular,
que en su artículo sobre las características y déficits de la hospitalización
infantil, le proporciona importancia al cambio de rutina, separación de las
figuras paterna y materna, así como de
familiares y perdida del ambiente habitual, la permanencia en un medio extraño
y desconocido, el miedo al dolor, la pérdida de control, autonomía y
competencia, la falta de información el establecimiento de despersonalización,
la restricción del espacio vital y de la movilidad.
Como se ha
visto, los factores son muchos y los orígenes vienen tanto de la familia como
de la institución; pasando por las características individuales del paciente y
la enfermedad en sí. Es de esta manera como, nos encontramos en presencia de un
tema, que si bien cuenta con repercusiones altamente negativas para la dinámica
familiar en aspectos sumamente delicados, cuenta también con soluciones
factibles, científicamente demostradas que pueden atenuar todo lo que implica
la hospitalización de un menor. Las claves del éxito radican en la estimación
real del problema y el trabajo mancomunado del trio,
paciente-familia-institución.