No hay un término preciso y
completamente aceptado para las prácticas terapéuticas agrupadas bajo el nombre
genérico de medicinas alternativas. Llamarlas "heterodoxas", "tradicionales",
"paralelas", "naturales" "no validados" o
"no convencionales" resulta muy ambiguo. Medicina alternativa es un término
que se ha hecho popular en los Estados Unidos, pero también da una idea de
globalidad que la mayoría de terapias no tienen. La literatura francesa utiliza a menudo la expresión "medicinas dulces" basado en su
aparente inocuidad, algo que tampoco es del todo exacto.
Quizás un término menos problemático, aunque parezca lo contrario, sea
precisamente el más utilizado, el de medicinas alternativas, denominación que nació
en los años 70, cuando se iniciarse la
respuesta crítica a la medicina oficial, para reunir todas aquellas prácticas que
se ofrecían como "diferentes" y como "alternativas" a la medicina convencional.
Con todo, un estudio reciente de Astin
(1998) demuestra que, en el momento actual, estas terapias no son ya verdaderamente
"alternativas", es decir, opuestas o empleadas en copo de la medicina
científica, más que por un 5% de la población.
La utilización de la denominación terapias
complementarias en las medicinas alternativas sería quizás más apropiado por las
siguientes razones:
1. Limitaría su campo de actuación a la terapéutica.
2. Facilitaría su compatibilización
con la medicina científica.
3. Permitiría su complementariedad
y evitaría su contraposición con la medicina oficial, partiendo de la base que no deben aplicarse en situaciones
para las que ya hay un tratamiento eficaz.