Actualmente,
se dispone de 2 tipos de vacunas antitifoidales:
• Una inactivada
por calor-fenol, que confiere una protección del 51-77%, y que ocasiona muchos
efectos secundarios. Se administra por vía subcutánea, en una pauta de 2 dosis con
una separación de 4 o más semanas. Se recomiendan dosis de refuerzo, cada 3
años, en condiciones de exposiciones continuas o repetidas.
• Otra,
elaborada con microorganismos vivos atenuados, a partir de la cepa Ty21a.
Proporciona
una protección equivalente a la inactivada, con menos reacciones adversas. Se administra por vía oral, en una pauta de 3 dosis, dadas en días alternos. No es recomendable en niños menores de 6 años, ya que no hay estudios suficientes sobre su inocuidad y eficacia en este grupo de
edad, ni tampoco en mujeres embarazadas ni en pacientes inmunocomprometidos.
Se
recomienda la revacunación cada 3 años. Las ventajas de esta vacuna son: su administración oral, los mínimos efectos colaterales y la posibilidad
de completar la vacunación en 1 semana.
La
vacunación sólo está recomendada en determinados grupos de personas:
• Viajeros
hacia áreas donde haya un riesgo elevado de contagio por el serotipo Typhi de Salmonella enterica, para prevenir
exposiciones puntuales o prolongadas. el riesgo es mayor en países en vías de
desarrollo.
• Convivientes
y contactos íntimos de portadores crónicos de fiebre tifoidea.
•
Personal de laboratorio que trabaje frecuentemente con este microorganismo.
La
inmunidad que confiere esta vacuna puede no ser efectiva ante grandes
cantidades de microorganismos (consumo de alimentos o bebidas muy contaminados).
Por tanto, la inmunización juega sólo un papel complementario y no puede sustituir
a las demás medidas preventivas.
Articulo
traducido del Departamento de salud de Cataluña